sábado, 27 de septiembre de 2008

para siempre...¿no?

¡Qué ilusos! Creímos que todo volvería a ser como antes. La noche parecía ser la indicada. Estábamos los mismos de siempre, los que siempre íbamos a estar. Ya empezaba a hacer frío fuera de ese coche y volvíamos a reírnos como antes. La velocidad nos volvía a hipnotizar y el humo del tabaco nos empañaba los cristales. Con ese olor característico y acompañados de nuestros comentarios, quizás nada intelectuales y algo groseros, pero siempre nuestros, decidimos dar la vuelta para que esa fuese nuestra noche, más nuestra que nunca, quizás como siempre lo había sido.

Volvimos a comer en ese mismo sitio, incómodos, encogidos, pero muy juntos, sabiendo más que nunca que nos tenemos. El mismo olor a freidora, el mismo calor fresco, frío acalorado. Rodeados de lo de siempre, con vistas iguales. Sin embargo, ya no existía esa química. Seguíamos igual de estrechos, pero ya no estábamos tan cerca. Aún nos mirábamos a los ojos, pero ahora los pensamientos sólo se veían borrosos. Quizás es que el verano pasó factura, que todas las decisiones tomadas en él no se fueron, se quedaron a vivir un largo y frío invierno.

Lo juro, me resistía a dejar de mirarte, a soltar ese brazo, pese a todo el daño que me estabas haciendo. Pero al final lo tuve que hacer, y poco a poco fui alejándome, metiéndome en la oscuridad. Quizás esto mismo pase en nuestras vidas. Es posible que a veces nos aferremos a agarrarnos al pasado cuando ya nada tiene solución y lo mejor sea buscar cosas nuevas, nuevos sentimientos y situaciones que nos llenen. Quizás cuando llega el momento, lo mejor que podemos hacer es soltar ese brazo e irnos metiendo poco a poco en la oscuridad de los recuerdos.

No hay comentarios: